Sustratos
Juan Carlos Delgado Javier Vanegas
Hace aproximadamente una década entramos con ansiedad a vivir en una edad post-fotográfica, una era en la que temíamos que el simulacro y la hiper-realidad nos superaran. Hoy nuestros temores a perder relación con lo tangible han sido superados por hechos como el emblemático 11-S o el reciente caso del caníbal de Miami, en los que la realidad probó ser irrevocable.
Sin embargo, esta era post-fotográfica evidentemente transformó nuestra relación con el medio convirtiéndonos a todos en fotógrafos, animándonos a producir, compartir y celebrar un superávit de imágenes logradas a través del medio que Andy Warhol considerara el más íntimo, el teléfono.
Los proyectos presentes en Sustratos se apoyan en el medio fotográfico pero curiosamente evaden a la fotografía digital y a una posible y predecible crítica a ella. Tanto Javier Vanegas con sus ambrotipos, como Juan Carlos Delgado con sus serigrafías sobre placas metálicas han decidido regresar al tipo arqueológico básico de la imagen foto-mecánica, el tatuaje lumínico que mancha con precisión una tajada de realidad sobre una superficie escogida. Un pasado-paisaje congelado en hielo tan siniestro como el laberinto del hotel de la película The shinning de Stanley Kubrick, en el caso de Delgado, o una serie de fantasmas atrapados en elegantes cajas negras en el caso de Vanegas.
Pareciera que ambos artistas quieren llevar a la fotografía al límite, renovando los trucos cuasi alquímicos para obtener algo más que una imagen, ya sea por medio de la ya mencionada congelación de placas donde hay imágenes impresas o bien por la laboriosa realización de ambrotipos, impresiones logradas en placas de vidrio mediante lentos procesos químicos en desuso desde hace al menos 100 años. A la vez, tanto Vanegas como Delgado han decidido valerse de ciertos cánones visuales decimonónicos para representar. En el caso de Vanegas en el retrato frontal, tradición que se remonta a la antigüedad clásica y que aún hoy es el sistema de codificación válido para autenticar y validar la identidad personal. Para Delgado son las molduras neoclásicas que se encuentran en todo Occidente y que encontraríamos tanto en el Louvre como en alguna olvidada edificación bogotana.
Para ambos artistas estas estructuras canónicas son las que definen el espacio discursivo, el lugar en el que la cosas suceden. El tema y el escenario donde esta historia de espectros, apariciones y congelamientos sucede. Y es que si algo parece esta exposición, aparte de un laboratorio de experimentos con la apariencia material -sílice, carbón, látex- en el caso de Vanegas, -esmalte, aluminio, hielo, sal- en el caso de Delgado, es un film de ficción-terror donde lo fantástico habita: Catorce albinos que duermen bajo una tempestuosa luz de luna, y un living donde tazas de latón crecen como hongos y cuadros de los que brota hielo. Es el fin del color en la era de la alta definición, el recalentamiento global de la imagen en pantalla.
Santiago Rueda Fajardo