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Rostros

  Carlos Saavedra

Rostros afectados por la vida, vidas reflejadas en los rostros, rostros testigos de sus pueblos, pueblos que conforman nuestra humanidad, están implícitos en estas miradas con vestigios de dolor de seres purificados por el sufrimiento, cuyas expresiones nos cuestionan sobre la condición humana, la que ha sido fuente de exaltación, admiración y orgullo desde el comienzo de la industrialización y desarrollo tecnológico de los últimos años, pero de la cuál hoy se agotan los motivos para ufanarnos. Estas miradas inquisidoras nos traen a la memoria el pensamiento de Martin Heidegger uno de los más agudos pensadores sobre el concepto ontológico del ser humano, el sentido del ser. Llamó ‘Dasein’ al entendimiento del ‘ser ahí’, ‘ser-en-el-mundo’ significando que los seres humanos se definen esencialmente por la forma como estos existen en el mundo, por la forma como se relacionan con las cosas y su entorno. Un equilibrio con las entidades, el cielo, la tierra, las divinidades y los mortales, constituye las resonancias espirituales mediante las cuales el hombre afianza su identidad.

 

Carlos Saavedra con su cámara capta, en sus fotografías y videos de mujeres afectadas por conflictos bélicos, el llamado a tomar conciencia que nos expresan estos personajes vulnerables y maltratados por el mundo que hemos producido. Guerras, injusticias, inequidad, desplazamientos forzados, masacres, etc. son algunos de los acontecimientos que forman parte de lo que somos y cómo vivimos. Rostros que revelan su historia, su dolor,  la incomprensión y contienen el reclamo, un grito silencioso apelando a un ‘Ya no más’.


La banalidad de los valores perseguidos por los pueblos en procura de su bienestar, contrasta con las consecuencias de su consecución la cuál desata guerras y la lucha insensata e inconsciente por los recursos que conduce a la destrucción de ecosistemas y estructuras, rompiendo un equilibrio que ha requerido de millones de años para su conformación. Estos rostros nos convocan a repensar la forma como deberíamos vivir, en palabras de Heidegger, ‘vidas auténticas’ responsables con lo significativo del mundo, un habitar poético del hombre en el mundo, haciendo de su hogar, su casa, el espacio en el cuál el ser humano pueda recuperar de nuevo su esencia. Y parece que ha llegado el momento pues la tierra se agota y su cuidado se ha convertido en un asunto de supervivencia. Estas miradas amorosas nos interpelan  para repensarnos como humanidad, a reconsiderar nuestros valores para librarnos de la catástrofe. La obra sugiere la urgencia de tomar conciencia sobre lo que somos y hacia dónde vamos. La tierra nos amenaza con la expulsión del paraíso, como cuando Adán se comió la manzana, pues nos urge producir una nueva verdad que conduzca a favorecer y posibilitar vidas auténticas en lugar de vidas enajenadas que olvidan el ser y su mundo.

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