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RITOS, CONJUROS Y EXPERIMENTOS

 

Edisson Montero, Alexander Romero, Gabriel Marquez, Diego Ayerbe, Alirio Cruz,
Ana María Espejo

El puesto de avanzada más visible del capitalismo ha sido la técnica extractivista, basada a su vez en la instrumentalización de la naturaleza y la mecanización del trabajo y el pensamiento. La ciencia que heredamos de la modernidad acogió a la materia y la vida como dominios aislados que se ofrecen al experimento, para la constatación o validación de las leyes que den cuenta de sus procesos que las pongan al servicio del poder económico. Íntimamente ligada al aislamiento de dominios que se efectúa en la ciencia, la objetización de la naturaleza corrió paralela a la subjetivación del hombre -el hombre occidental- , como el depositario del conocimiento y constructor de las imágenes.

Observar los fundamentos de su experiencia hubiera requerido del investigador occidental moderno la aptitud para reconocer la finitud (geográfica, étnica, histórica) de los principios fundamentales según los cuales los procedimientos, las observaciones, las condiciones de prueba y las enunciaciones son parte de un sistema de sentido históricamente producido y culturalmente actuante. La ceguera a su propia finitud, hizo de la modernidad el proyecto del dominio de Occidente sobre territorios y habitantes. El largo proceso de consolidación de Occidente moderno, con sus avanzadas de conocimiento y representación para el dominio, sedimentó en ideologías que constituyeron al otro, a lo otro, desde una idea empobrecida de la naturaleza como condición inicial de la historia, la moral y la economía.

La exploración de territorios misteriosos, y la emoción vertiginosa de encontrarse con los límites de lo pensable alentaron en algunos temerarios expedicionarios el deseo de descubrir nuevos objetos de estudio en lo osccuro, lo lejano, lo pequeño y lo grande. La exploración imprime en el mundo y en la memoria marcas y vestigios que, luego, de regreso, pueden servir al observador para acceder a lo vivido en una nueva esfera de conciencia. El primer acontecer desordenado, abierto por la experiencia estructurada pone sus vestigios ante la conciencia, y entonces constituye el segundo acontecimiento del recordar consciente. El recuerdo emerge como apertura que hace posible presentar de nuevo –representar- partes de la relación entre el mundo y la existencia.

En tanto conjunto de prácticas del viaje, la apertura de lo otro y su representación ulterior con miras a objetivar la expresión de la vida humana, el arte negocia sus bordes, sus técnicas y sus objetos de observación con experiencias de sentido como Ritos, Conjuros y Experimentos. La actual muestra de LA galería presenta las propuestas de seis artistas que retan en sus obras al secreto alojado en el fondo de la materia y de la vida, mediante procedimientos de expresión provocadora. Reto al visitante a especular sobre las conjeturas que me incitan a reunir a algunas de sus propuestas en algunas de estas experiencias de sentido:

Ritos: dos propuestas se explayan en el proceso para dar cuenta del misterio del cambio y la trasmutación que se erige en la provocación insistente de lo que pega sustancia y accidente, purificarlas por el debilitamiento de su sustancialidad y así condenar al secreto a serle útil al sentido de la vida humana.

Conjuros: otras dos propuestas se dirigen a la concentración en el matiz, para percibir la marca sutil que podría hacerse invisible al ojo experiencial cotidiano, la entrega al llamado de la extensión de la superficie, para que salga a flote la lucha secreta, por la prevalencia de la forma, entre el olvido y la memoria. De aquí debería salir la pacificación de una zona de la existencia.

Experimentos: en las otras dos, los artistas, observadores maravillados y a la vez inventores iluminados, se aplican laboriosamente a inventar métodos y dispositivos para escrutar el misterio del tiempo en entes que le permiten reflejarse, para provocar al movimiento y así obligarlo a activar sus leyes de manifestación con la esperanza de alcanzar al menos su reflejo.

 

 

Por: Ricardo Toledo Castellanos

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