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Lapso

 Camila Echeverría

(Ante todo el viaje. Y después de todo la ausencia. Ya lo había dicho Borges en El otro, el mismo: “la idea es colocar ante el espejo a todos los seres que jamás estarían en ninguna parte”. Como este texto que es una cita de una cita de una cita. Como el europeo que encontró en el otro el reflejo de sí mismo).

Lapso hace parte de una reflexión que ha invadido toda la obra de Camila Echeverría... Una reflexión digerida y comprendida en todo el sentido de la palabra; desde ese acto de darle a un pensamiento mil vueltas en la cabeza, hasta llegar a aquel significado más literal de doblar, repetir, reflejar. Acciones que se concretan en cada uno de sus trabajos con la construcción y repetición de instantes que contienen pequeños universos. Por ello la importancia del reflejo en su obra y el esfuerzo por hacer que en una imagen exista o se contenga todo un mundo. En sus últimos videos –expuestos en años anteriores en Bogotá– lo hizo a través de la repetición simultánea de dos monólogos –el de ella en español y el de otra artista en hebreo–; y en sus pinturas de ciudades habita la ausencia y la presencia de lo que se ve y se esconde a través del lente.

Aquí y ahora aparecen San Francisco, México D. F. y Bogotá. Tres estancias y recorridos que la artista ha realizado y que aquí se suceden en un mismo momento. Y sin embargo la presencia de estos lugares no es ni siquiera primordial; podría ser cualquier sitio y podría ser cualquier situación. Más allá de darle cierta importancia al destino final, a un punto de llegada, se encierra ese hecho de estar continuamente en movimiento. Viajando.

En Lapso ya no se parte únicamente de una sola imagen para marcar este instante, acá, a diferencia de momentos anteriores, se hace presente ese umbral en donde se habita todavía la ausencia propia de un viaje, de ese estar-en-tránsito. El constante sonar de las campanas junto al canto de un tiempo que finalmente no transcurre; la escritura indescifrable de una carta no leída; el metal que se corroe y se oxida pero que nunca se destruye. Todo ello se contiene en un único lapso: en el continuo paso o transcurso, en el tiempo entre dos límites, y también en la culpa o en el error.

 

Ximena Gama Chirolla.

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