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Una cara… el gran misterio. Ahí está arriba, enarbolada como la distintiva bandera de cada cual. Brillante, victoriosa, arrogante, oscura, bella, terrible, insípida. Una cara no nace, se hace. Pasa por ella la historia de la humanidad, también la personal. Siempre entre la revelación y la máscara, es la gran indiscreta y la maniática mentirosa. La gente tiene cara. Las ciudades también. Las que hoy hacen parte de esta exposición podrían formar la cara múltiple de Medellín. La han dibujado sus artistas, como un diario íntimo y urgente de la ciudad.
En medio de la obsesión de la época por la desbocada reproducción digital, estos dibujantes prefieren la limpia línea que sintetiza universos, volcanes, continentes internos. Buscan con ella la complejidad que no alcanzan los selfies, la fealdad que evitan los filtros, la densidad que desecha lo virtual, los matices infinitesimales de la identidad y las emociones, la agudeza del testimonio social o el vuelo libre de la fantasía.
Desde estos distintos caminos, sin embargo, todos parecieran estar encontrando el abismo de la no-cara, ese borrón sin atenuantes, ese blanco sin comentarios, esa ráfaga de silencio. La negación absoluta de la imagen desde la imagen. Fuerte declaración iconoclasta, como si ante la violencia urbana, la amnesia mediática, la sin salida de los géneros y los huracanes emocionales de unos tiempos convulsos, ahora la bandera fuera la huella del rostro abolido. Al menos un instante… antes de reiniciar el baile de las formas en esta celebración del dibujo en su sentido más esencial y potente: un lápiz, un papel, un mundo.
Sol Astrid Giraldo E., curadora

Dibujantes:
Santiago Betancur
Juan Camilo Castaño
Juan Diego Jaramillo
Miriam Londoño

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