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El Tocador

A diferencia de idiomas como el inglés, en donde no se alude a los objetos de acuerdo a un género determinado, en español estamos habituados a que llamar a unas cosas en género masculino y otras en femenino sea algo que caracterice nuestra propia dimensión cultual. Esta presencia de objetos hipotéticamente “sexuados” suele detonar la fantasía, que es uno de los principales vínculos entre los objetos y los sujetos, sobre todo en aquellos casos en que las cosas cumplen una clara función en relación con el cuerpo. Muchas veces el uso del lenguaje, en un contexto cultural específico, lleva a que el género de un objeto sea transpuesto lo que muestra la manera como se movilizan representaciones culturales en este particular acto de nombrar un hecho en un sentido masculino o femenino ¿Cómo tipificaríamos las diferencias existentes entre una silla y un asiento, una mesa y un mesón, o entre un catre y una cama? La sutileza de muchas de estas distinciones hace necesario considerar otras variables al respecto.

Existen objetos en cuyos usos rastrearíamos más abiertamente una huella de género, no solamente en el nombre que recibe, sino particularmente en relación con su forma, su uso material y su proceso de producción.¿Un orinal es un objeto masculino o femenino? Si tomamos en cuenta que es un objeto concebido por un hombre para ser usado de manera muy concreta por otro hombre, y si nos fijamos en su morfología tanto interna como externa, parecería que esta inspirado en un desnudo femenino. Dentro de una estructura patriarcal de representación, (como lo ha hecho notar el feminismo) las mujeres suelen funcionar como objetos que se negocian entre los hombres, de modo que el orinal a pesar de llamarse como se llama sería sustitutivo de una mujer.

Cuando escuchamos una expresión como “el tocador” podemos pensar que se trata de un sustantivo y que tiene que ver con un objeto con un rol cultural y social definido, enteramente cargado en términos de género. En ese orden de ideas sería un objeto femenino por prestarse como lo hace a la preservación de la intimidad y los secretos de las mujeres. Aun así, también podría hacer referencia a un adjetivo que alude a un sujeto cuyo rasgo característico procede de la acción de tocar. Por lo tanto podría llegarse a la conclusión de que el tocador es un objeto masculino, porque es usado por las mujeres con fines íntimos quizás en una fantasía de sustitución de un sujeto masculino. Sin embargo, a diferencia del orinal, no ha sido producido por una mujer lo que deja notar como la existencia de este objeto esta regulada por el mismo patriarcado.

Ese tipo de equívocos, entre el cuerpo y los objetos -en donde el sentido parece desdoblarse- es uno de los caminos que pueden seguirse para generar un acercamiento con el trabajo de Adriana Marmorek. Sus diversos intereses en el cuerpo, y en las pulsiones que lo gobiernan, la han llevado a revisar genealógicamente los objetos que lo rodean. Al fijarse en el tocador, o el neceser, que han tendido a desaparecer paulatinamente, se pregunta por los desplazamientos que invocaron en el deseo de las mujeres que parecieron encontrar en estos objetos alguna capacidad de goce. Por un lado el espejo, presente tanto en uno y en otro, garantiza la perpetua operación de identificación, en términos imaginarios, con la imagen reflejada (que funciona como una especie de doble) que hace que el sujeto este permanentemente sumido en el drama imaginario de acercase a su yo ideal (el tipo de persona que quiere ser) o a su ideal del yo (el tipo de persona que debe ser). Por otro lado, el espejo.

Trastornando la morfología y uso del tocador, Adriana Marmorek está indagando por esos deseos ocultos que todo objeto ligado al cuerpo podría en un momento revelar (como si fueran secretos escondidos) lo que hace pensar que es el cuerpo mismo el que los puede estar ocultando. Junto al tocador explora otros objetos y materiales que proyectan representaciones del cuerpo que no son ajenas a la sexualidad y que complementan el universo de fantasía que se articula cuando alguien se pregunta por el sentido que poseen los objetos y lo ve desdoblarse de manera incesante en muchas direcciones a la vez.

 

Jaime Cerón

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