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Doce años ocho meses veintiseis días

 

Francisco Klinger Carvalho.

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La vida está llena de ciclos y como en un gran engranaje, del cual somos pequeñas piezas, formamos un sistema. También creamos nuestros pequeños sistemas, los cuales se conectan en circuitos dinámicos con otros ciclos. Interfaces, hibridaciones, mutaciones y proliferación de nuevos ciclos... Hace más de doce años que dejó su universo Amazónico; empezó a recorrer el mundo, a ser un viajero, un extranjero abordando diferentes lugares y culturas. Como una superficie permeable, su labor artística y su manera de pensar sobre el arte se va desarrollando, describe la cotidianidad humana, puente entre su propio mundo y el mundo exterior, lector de realidades, traductor de visualidades. Recibir influencias, estar abierto a lo que está en el entorno, consumir, degustar y luego exponer, compartir, sacar y alimentar nuevas interlocuciones con el lado de adentro. Mientras vivía en la Amazonía, sus obras estaban inmersas en este universo, en el que la comunicación se da a través del río y de la arquitectura, en su mayoría hecha de lo precario, de lo perecedero. Al salir de esta realidad tan fascinante, se deja invadir por la cultura, la tradición y los distintos conceptos de otro contexto histórico. Vive el conflicto de estos dos mundos. Uno que existe dentro de sí mismo y que es parte de su origen, y otro que soy él, aquí y ahora. Trabajando con estas dos fuerzas

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