A lo largo de su carrera, Edgar Guzmanruiz ha evidenciado un gran interés por la forma cómo percibimos el espacio, colocando en tela de juicio el antiguo centrismo ocular Aristotélico en el cual se le otorga una superioridad jerárquica a la vista sobre los otros sentidos. Esta pregunta se produjo desde el comienzo de su carrera de Arquitectura. La experiencia de la arquitectura es multisensorial, llevándonos a reflexionar sobre la manera como habitamos el espacio.

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El trabajo de Guzmánruiz fuerza al espectador a cuestionar su confianza en la información visual, aspecto que comenzó a abordar desde su formación en la Academia de Arte de Düsseldorf, donde se centró en la relación entre Arte y Arquitectura bajo la dirección de los artistas Gerhard Merz y Christian Megert (artista miembro del Grupo Zero), cuyo trabajo indaga sobre percepción visual. En sus primeros trabajos, Guzmánruiz crea situaciones que nos llevan a hacer conclusiones erróneas fundamentadas en nuestra creencia en el sentido de la vista. El resultado nos conduce a cuestionar suposiciones superficiales y reconocer nuestra interacción con la obra.

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De nuevo, el trasfondo arquitectónico de Guzmánruiz le da a su trabajo una dimensión que trasciende las meras formales y lo proyectado al ámbito de lo conceptual. "La arquitectura, como todo el arte, se enfrenta a los fundamentos de la existencia humana en el espacio y el tiempo, expresando y relacionando la presencia del hombre en el mundo. La arquitectura está profundamente ligada a las preguntas de la metafísica sobre el individuo y el mundo, lo interior y lo exterior, el tiempo y la duración, la vida y la muerte ".

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Los aspectos de la temporalidad se vuelven cada vez más relevantes en su obra comenzando con Circundante y continuando con Zafiro y Acero. Guzmanruiz examina el volumen contenido en un espacio interior, tan invisible como una vista simple, de una manera que recuerda el trabajo de Naum Gabo. Su indagación no solo dirige la atención hacia el hecho de que el espacio aparentemente vacío está compuesto de materia, sino también lo que leemos como sólido no es más que una compleja y porosa roja de moléculas, penetrable y dinámica. Por ejemplo, empezamos a cuestionar nuestro lugar físico y emocional en el mundo, que en última instancia nos lleva a confrontarnos con nuestra propia transitoriedad.



Amy Rudledge Jebrine, 28 de abril de 2009