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Afluencias

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EULALIA DE VALDENEBRO - ALEXANDRA DEUTSCH

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Este encuentro entre Eulalia y Alexandra, provenientes de dos mundos tan distantes que confluyen en caligrafías y formas lingüisticas tan emparentadas, dan testimonio de una nueva dimensión, un nuevo orden de prioridades en las preocupaciones que ya desde mediados del siglo pasado fueron expresadas por Adorno: a la vista del progreso utilitarista que sigue violentando la superficie de la tierra, considera que en la belleza natural, al ser lo distinto de cualquier principio de dominación, ´se encuentra lo más parecido a la reconciliación´.

 

Eulalia desde su ´jardín´ y Alexandra desde su viaje al Brasil, leen la naturaleza para la confección de sus proyectos y señalan y proponen con su locus la existencia de un nuevo ´paraiso´, un nuevo paradigma, quizás como instancia de salvación al callejon sin salida al que el capitalismo, cabalgando sobre la tecnología, ha instituido y donde la evidencia de la insostenibilidad reclama acciones inmediatas.

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EULALIA DE VALDENEBRO

 

ALEXANDRA DEUTSCH

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Tanto el ´jardín´ como el ´paraiso´ comportan la idea del cerramiento. Jardín viene de ghorto, raiz indoeuropea que significa cerramiento, cerca y Paraiso de Pairidaeza en antiguo persa que también significa un cercado, de pairi, ´altrededor´y daeza, ´muralla´. Al interior de este espacio ´sagrado´, lugar ideal, plantación divina, la promesa del Edén, se está a salvo del desorden y protegido de las agresiones de la naturaleza salvaje, del mundo exterior, del vacío y del miedo.

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Hoy la idea del cerramiento se ha invertido y resulta que lo encerrado ahora es lo abierto y el afuera se agota. Es más, el adentro el ´paraiso´, ahora constatamos que tampoco nos pertenece, las leyes que lo conducen también nos son extrañas y se asimilan más a esa entropía natural, amenazante, de la que buscábamos protección al instaurar la barrera. Tanto Eulalia como Alexandra, transmiten con sus proyectos una nueva sensibilidad, otra actitud respecto de lo que se supone constituyen ´sus paraisos´, donde la barrera se ha desplazado, se erige en otros términos, o ya no existe.

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Como nos lo manifiesta Juan Fernando Mejía, "Estas formas de sentir, pensar y actuar están marcadas por el signo de la hospitalidad con un otro al que nos unen rasgos tan hondos como poco evidentes, abrazar la vida vegetal implica pues, la experiencia de la acogida, implica que nos dispongamos ante ese otro con total apertura a lo que este pueda mostrarnos de sí.(...) Eso que compartimos con los vivientes llamados vegetales requiere una especie de silencio de las emociones. Nuestra simpatía debe mutar (transitar otros caminos, componerse de maneras insospechadas) si ha de afirmar el hecho de que ellos y nosotros compartimos el vivir."

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