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Abajo, en la tierra

 María Buenaventura -  Alexandra Gelis
Eulalia de Valdenebro  - Leonél Vásquez - Noviembre 82012

 

Esta muestra presenta el estado de la investigación de la obra de cuatro artistas, que desde diversos ejes tratan las tensiones, ajustes y desajustes entre los humanos y los no humanos, en específico lo vegetal. En ese territorio terriblemente disputado, se cuecen temas económicos, políticos, filosóficos, sociales, de propiedad intelectual, de derechos territoriales, de saberes ancestrales.

Leonel Vásquez en su proyecto presenta a una mujer que le canta a una dormidera. El arrullo en el tono, en la letra calma, tranquiliza, pero cruelmente, exhibe e intercala la amenaza.

A este escenario de fronteras móviles, de intereses creados entre naciones, multinacionales, culturas y espacios, se enfrenta una mano desnuda que sostiene una semilla. Es una mano que siembra y ha sembrado por centurias siguiendo un saber, un profundo conocimiento relacional y contextual. Esa mano ha modificado semillas, las ha mejorado. Siglos de domesticación americana dieron como resultado una mazorca de grano grande cuando su inicio fue el de una espiga como las que tiene el pasto común. Las formas de co-intervención con lo vivo, entre lo humano y lo no humano, pueden generar la multiplicación de lo diverso, la aceptación de lo singular, de lo inestable. La selva amazónica posee zonas biodiversas, resultado de la colaboración entre pájaros, simios, insectos, plantas y humanos. Ante nuestros ojos urbanos, esas zonas son pura manigua y en realidad son huertas, jardines resultantes de intervención simbiótica. Pero también esa intervención puede trasladar una planta de un hábitat a otro, de un clima a otro y producir una variedad inesperada, agresiva y dañina, conduciendo a una catástrofe ambiental. Es el caso de la denominada “Paja canalera” que estudia Alexandra Gelis; planta originaria del sudeste asiático, forzadamente sembrada en Panamá en el marco de un programa de mejoramiento genético, y hoy invasiva e imparable.

Un arrullo es una letanía, como las letanías de muerte. Va y viene la voz, espasmódicamente, obsesivamente. El arrullo continúa y la planta se recoge.

La semilla es la potencia, la simbiosis, es una posibilidad; es la manera de interactuar, es diversa. Los ejercicios de poder que llevan a cabo las multinacionales en procura de controlar uno de los campos más apetecibles hoy día en términos de lucro, el control alimentario, está siendo regimentado desde la misma información genética, desde los derechos de autor y los regímenes de patentes, desempoderando saberes viejos, culturas vernáculas, conocimientos ancestrales. La persecución a semillas inestables, ahora criminalizadas y tratadas como peligrosas, empezó ya en el país sin que ninguno de nosotros nos estemos dando cuenta. De allí, el trabajo de resistencia de los custodios de semillas. Ante el control de las semillas, su respuesta es poner a circular y a reproducirse las semillas perseguidas. Ese es el tema que aborda María Buenaventura, quien viene trabajando con redes de custodios de semillas en Cundinamarca, en Boyacá y en Argentina. Siguiendo la misma preocupación se encuentra el trabajo de Eulalia de Valdenebro: sus ilustraciones botánicas contraponen el lenguaje de la vida, de lo mudable, de lo cambiante, al lenguaje empleado por el estado y las corporaciones, donde nociones como las de estabilidad, sistematización y homogeneidad se quieren imponer desde los intereses económicos y la búsqueda de la monopolización.

La mimosa se recoge, es ya apenas una línea.

Ana María Lozano

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