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 DAVID PEÑA

Mamá nos hablaba de un blanco bosque de Rusia: "Y hacíamos hombrecitos de nieve y les poníamos sombreros que robábamos al bisabuelo..." Yo la miraba con desconfianza. ¿Qué era la nieve? ¿Para qué hacían hombrecitos? y ante todo, ¿qué significa un bisabuelo?

Alejandra Pizarnik

 

Desde el inicio de su vida profesional, David Peña ha realizado un trabajo siempre inusitado, quizás por el equilibrio entre la densidad intelectual y la gran sensualidad que caracteriza sus trabajos. Peña no se casa con temas, no se apega a ningún medio ni técnica. Por esta razón, cada uno de sus trabajos es inesperado en sus dimensiones formal y conceptual.

Si existe algo predecible en el trabajo de Peña, es su manía por poner a prueba nuestro pensamiento. -1,0,1 Es la prueba fehaciente de ello. En ella, él desarrolla lo que en sus trabajos anteriores se venía configurando cada vez más como un pensamiento que podría denominarse "limítrofe". Se trata de pensar las cosas desde sus bordes, desde aquél punto en que su veracidad se pone en peligro.

Este pensamiento, me parece, es desarrollado desde una investigación sobre las imágenes como forma de conocimiento, pero también como un lugar privilegiado para denunciar las paradojas de nuestro pensamiento.

De esta manera, las representaciones que Peña construye son inestables, o bien, desestabilizan aquellas representaciones convencionales a las que damos completa credibilidad.

Así sucede, cuando Peña transforma las lógicas cartesianas en objetos escultóricos concretos. O cuando utiliza los métodos objetivos de representación con que la NASA reproduce a escala los volcanes del mundo (mapas de altura), para presentarnos lo imposible, paisajes volcánicos subterráneos que siembran en nuestra mirada asombro y duda por su paradójica veracidad. Quizás nos enfrentamos, justamente, a una poética de la sospecha.

Sylvia Suárez

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