Cruel al tipo sensible
Sandra Rengifo - Carlos Montaña
Hoy en día la circulación de imágenes fotográficas es infinita, de hecho el acceso a ellas (debido al fenómeno analógico - digital) es ilimitado, y su reproducción por su misma naturaleza es también infinita.
Es innegable que actualmente, la manera de aprehender el mundo, de generar conocimiento y de acercarse a la realidad se hace a través de un sinnúmero inimaginable de imágenes. Desde finales del s. XIX, la posibilidad de acceder a un lugar remoto de manera vivencial, fue posible gracias a las fotografías. Así se contempla el mundo como imagen, y particularmente se intenta comprender al otro a través de la imagen; pero en esa medida, la experiencia vivencial se anula desde ese momento y toma una distancia vertical frente a quien es observado.
La creencia y la fe desmesurada en la imagen fotográfica, constituyen el poder de este tipo de imagen, ésta, se toma como evidencia de la realidad: un dispositivo de verdades fragmentadas. Sin embargo es la connotación que nosotros le damos la que hace que ésta pase de ser una imagen tomada por un sujeto, a una verdad que habla sobre la realidad, un testimonio. La fotografía miente mostrando que lo importante no es si ésta sea o no una mentira, sino que centra el foco de atención en el fotógrafo.
De esta manera, la mirada de Sandra Rengifo y Carlos Montaña sobre la fotografía es una mirada escéptica, que duda, que mira, pero a la vez analiza lo que está detrás de la misma. Su espectador debería aceptar entonces ser un espectador consciente de los artilugios y de cada uno de los mecanismos que cada uno de los autores emplea para la construcción de sus universos.
En ellos el acto de edición, de descontextualización del tiempo, se pone en un eterno suspense que sólo nos puede hacer pensar en la imposibilidad. Aparentemente esta confianza desmesurada e inocente frente a la imagen fotográfica en ambos artistas, develan su fragilidad y complejidad, pero además y en un sustrato más profundo, una crueldad por esa forma en cómo el fotógrafo se acerca al “otro”, ése otro como objeto de conocimiento, más aún, el modo en que se pretende dominar la identidad del otro, esa pulsión por definir al otro para poder por fin develarse a sí mismos como máquinas ejecutantes y sometedoras.